Este fin de semana se conoció que la reina Isabel II no volverá a vivir en el Palacio de Buckingham, este es el símbolo de la monarquía británica desde 1837, y desde donde Su Majestad vivió varias décadas de su vida al frente de la Casa Real Windsor, pero ¿A qué se debe esa decisión?
En primer lugar, se debe a los recuerdos y es que la reina actualmente fijó como residencia fija el Castillo de Windsor, un lugar con el que tiene una especial conexión. Allí ha pasado largas temporadas, una de la más significativa fueron los meses de confinamientos por la pandemia de covid-19.
La reina Isabel II se refugió junto a su esposo Felipe, duque de Edimburgo, con un reducido personal que hizo que la pareja se sintiera más unida que nunca en sus más de 70 años juntos y redescubriera «la felicidad de sus primeros años juntos».

Otro dato es que en ese castillo falleció el esposo de la reina, el pasado 9 de abril de 2021, él está enterrado en ese lugar. Los padres de Isabel II también están enterrados en Windsor. Por otra parte, en el jardín del castillo crecen flores con el nombre de su fallecido esposo, otras de las razones para querer permanecer cerca de sus recuerdos.
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Las remodelaciones en el Palacio de Buckingham es otra de las posibles causas que hicieron que la reina tomara la decisión de no volver a la residencia oficial en Londres y es que las reformas durarán hasta el 2027. En Buckingham están instalando cableado, tuberías y calderas nuevas. A pesar de que este recinto real cuenta con espacio suficiente -775 habitaciones- vivir entre obras no sería beneficioso para la reina, de 95 años.
Su mudanza definitiva a Windsor tiene otra ventaja y es que vivirá cerca de sus hijos Eduardo y Andrés. El duque de York vive en la finca Rowe Lodge mientras que Eduardo reside en Bagshot Park a unos 15 kilómetros de la nueva residencia de su madre.